UN ESPACIO PARA LA FRICCIÓN ESTÉTICA a través de un Maridaje de las Artes .
En un tiempo donde el arte se confunde con producto de consumo y la experiencia estética se diluye en lo inmediato, The Romanach nace comoun lugar de fricción: Un espacio donde la estética contemporánea no es solo una cuestión de formas, sino de pensamiento. Ubicada en el corazón de Madrid, esta galería no busca en sí mismo exhibir Arte, sino provocar encuentros, preguntas y conversaciones que resistan la inercia de lo decorativo. Más que centrarse en el arte contemporáneo, The Romanach se sumerge en la estética contemporánea: En cómo la imagen, la tecnología y la materia pueden transformar la percepción y el modo en que habitamos el presente. La artesanía elevada a la categoría de arte. Pasado y presente en el contexto actual. Bajo esta premisa, inaugura su programa con Diálogos Digitales, una serie de encuentros con artistas que exploran la tensión entre la estética clásica y el avance tecnológico. La primera invitada es Leticia Aboín Le Chevrel, cuya obra desafía lo que queda y lo que se ha perdido, una metafora de la memoria y el paso del tiempo, que invita al espaectador a explorar las huellas del pasado, fundiendo lo tradicional y lo innovador. Su diálogo abrirá un ciclo en el que se irán sumando creadores de distintos ámbitos —arte, escultura, escena, moda y gastronomía— paraconstruir un tejido de pensamiento donde lo visual no sea solocontemplado, sino vivido.The Romanach no es un espacio para confirmar certezas, sino paradesmontarlas. En cada exposición, en cada conversación, la propuesta esla misma: entrar con una idea y salir con otra, porque el arte, cuando espensamiento, no deja intacto a quien lo experimenta.Detrás de todo el proyecto encontramos a Almudena Basabe, cuyaesencia se teje entre la Arquitectura y la Pintura. Su obra nace de laexploración de nuevas disciplinas y sus combinaciones. En esa búsqueda,traza un lenguaje propio donde el arte y el pensamiento convergen,cristalizando en The Romanach su espíritu de disrupción estética.
PRIMERA ENTREVISTA
¿Cómo describirías The Romanach?
The Romanach no es una galería al uso. Es un espacio de pensamiento y fricción estética.
Un lugar donde el arte no se contempla, se discute; donde la belleza no adorna, está ahí para pernsarla, para en cierta manera incomodar.
Nos interesa más la estética que el Arte en sí mismo.
Nos importa más provocar una fricción que complacer una mirada.
Somos un "Lienzo en Rojo" donde el arte sobresale para decir algo, donde las obras resuenan, dejan su poso,
Por eso la fricción se traduce en una resonancia de el espacio.
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¿Qué diferencia a The Romanach de otras galerías tradicionales?
No representamos artistas, representamos ideas. No buscamos lo nuevo por lo nuevo, sino lo disruptivo desde la belleza. The Romanach no se monta sobre la lógica del mercado, sino sobre el deseo de rescatar la experiencia estética como algo transformador. Pensamos que lo transgresor ahora es lo bello. Aunque tampoco aspiramos a ser un espacio “alternativo”: Somos un espejo invertido que dialoga con arte contemporáneo. Un lienzo en rojo, una base donde florecer nuevos enfoques. El suelo es rojo, y no es por ser decorativo. Representa una idea.
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¿Cuál es la misión principal de la galería?
Crear espacios de pausa y resonancia. Queremos ofrecer experiencias estéticas que inviten a mirar, pero también a quedarse. Que toquen algo interno sin necesidad de explicarlo todo. Nuestra misión es abrir un lugar para la contemplación activa, donde la belleza no es fácil ni complaciente, pero sí imprescindible.
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¿Qué significa para ti el concepto de “fricción estética” y cómo lo implementas en la galería?
La fricción estética ocurre cuando algo te atrae, pero no puedes ubicarlo del todo. Cuando lo que ves te llama, pero también te cuestiona. En The Romanach jugamos con esa tensión: entre lo clásico y lo digital, lo artesanal y lo impreso, lo bello y lo inquietante. La fricción no es un obstáculo, es el motor que mueve nuestras exposiciones.
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¿Qué objetivos tienes para el futuro de The Romanach en los próximos años?
Seguir construyendo un espacio singular en el panorama artístico de Madrid. Crecer, sí, pero sin diluirnos. Queremos colaborar con creadores de distintos ámbitos —arte, diseño, gastronomía, tecnología— y generar un ecosistema donde lo estético sea también una forma de conocimiento. Que The Romanach siga siendo un lugar inesperado.
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¿Cómo ves el crecimiento de la galería dentro del panorama artístico en Madrid y más allá?
Madrid está llena de estímulos, pero aún hay margen para propuestas que se salgan del circuito habitual. The Romanach nace desde una intuición muy concreta: que hay un público buscando experiencias distintas, más profundas, más sensoriales. Si lo que hacemos aquí conecta, el crecimiento será orgánico. No buscamos ser grandes, buscamos ser relevantes.
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¿Cómo imaginas que los visitantes experimenten las exposiciones de The Romanach?
Como una experiencia que no se agota en la vista. Que cada visita deje una sensación que permanece, aunque no siempre se pueda traducir en palabras. Nos gustaría que la gente entre y sienta que está en un lugar diferente: íntimo, elegante, pero con algo que descoloca suavemente. Que salgan de aquí con la cabeza encendida.
SEGUNDA ENTREVISTA
¿Qué te inspiró a crear The Romanach y cómo lograste definir su propuesta única dentro del panorama artístico de Madrid?
La chispa nació del contraste: entre pasado y futuro, entre lo clásico y lo contemporáneo, entre lo técnico y lo sensorial.
Después de años viviendo en ciudades como Roma o Londres, entendí que la tradición puede ser vanguardista si se la deja evolucionar. Los romanos lo sabían: integraban ingeniería, estética, y poder simbólico en una misma forma. Esa idea —de lo hoy es lo clásico -que un dia fue una innovación radical— me fascinó.
La propuesta se construyó como una arquitectura invisible: por capas, como un perfume —con notas de fondo, corazón y salida. Cada decisión —desde el color del suelo hasta la manera en que entra la luz— responde a una lógica estética. Se cruzan referencias, materiales y atmósferas, con la precisión de una composición. Nada está ahí por azar. Es un lugar que no busca imponerse, sino resonar.
Todo está diseñado para producir un efecto. Pero lo verdaderamente mágico es, como en los perfumes, que en cada persona resuena de forma distinta. La salida que deja es siempre personal, única e intransferible.
Algunos verán sólo lo visual, y otros verán también lo que les ha hecho sentir, lo que les ha transmitido y lo que les anima a repensar o evolucionar.
Eso para mí es lo que se vive en ciudades como Londres o Roma, es el pensamiento crítico que luego se plasma en la calle, en el arte… y que ayuda a evolucionar.
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En un sector tan competitivo como el del arte, ¿cuáles son los desafíos que enfrenta una galería como The Romanach y cómo los has afrontado?
El mayor desafío es no parecerse a los demás, encontrar tu hueco, y definir tu Statement sin necesidad de gritarlo. Resistir la tentación de lo obvio, de lo rentable, de lo que “funciona”. Preferimos ir hablando desde el silencio, no desde el ruido que ya sabemos que es muy facil pero que puede resultar en algo pasajero.
Nosotros respondemos con calma, coherencia y carácter. Apostamos por el contenido que deja poso, por la belleza que no se deja capturar en una imagen, y es la que perdura.
Afrontamos los desafíos como se enfrenta uno a una obra difícil: con tiempo, mirada entrenada y sin miedo al vacío.
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¿Cómo defines el concepto de “fricción estética” que caracteriza a The Romanach, y por qué consideras que este enfoque es necesario en el arte contemporáneo?
Fricción estética es cuando algo te atrae pero no terminas de entender. Cuando una obra parece bella, pero hay algo que la vuelve extraña. Ese roce es el que activa la conciencia. Es ahí cuando empiezas a pensarlo.
En un mundo donde todo busca ser agradable, la fricción estética es una forma de resistencia. No es arte para decorar, sino para interrumpir. Para que el espectador salga distinto de como entró.
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El espacio no es solo una galería, sino un “club privado con escaparate”. ¿Qué significa este enfoque y cómo se refleja en la experiencia del visitante?
Es una forma de generar intimidad sin excluir. Desde fuera se ve, pero no se entiende del todo. Hay algo de misterio, de ritual.
El visitante entra en un lugar donde cada detalle tiene intención. El suelo rojo no está ahí por moda, sino para marcar el umbral. La experiencia se cuida como si fuera una escena: luz, olor, sonido, gesto.
The Romanach es un club, sí, pero sin carnet. Solo hace falta sensibilidad. Y estar abierto a dejarse transformar y salir diferente.
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¿Qué piensas sobre la relación entre la tecnología y el arte en el contexto actual? ¿Crees que la digitalización está transformando la forma en que se percibe y se consume el arte?
La tecnología ya no es un tema, es un entorno. No se trata de usarla como efecto especial, sino de entender cómo transforma nuestra percepción.
En The Romanach nos interesan los artistas que dominan lo digital sin rendirse a él. Que imprimen en 3D como si modelaran a mano. Que usan escaneos como quien usa memoria.
Lo digital puede ser profundamente táctil si se trabaja desde lo estético, usándolo como medio y aprovechando su mensaje, el lenguaje que crea. No como fin en sí mismo, no desde el espectáculo.
Los artistas han de ser testigos de su tiempo, y la tecnología está ahí para usarla. Si Leonardo hubiera tenido una máquina 3D.. Tu crees que no la habría usado? Probablemente hasta la hubiera inventado él… o si no inventado, mejorado seguro que sí.
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¿Cómo seleccionas a los artistas y proyectos que exponen en The Romanach? ¿Qué criterios sigues para garantizar que las exposiciones sigan la línea conceptual de la galería?
La selección no es un casting, es un diálogo. Nos fijamos más en la mirada que en el currículum. En la coherencia interna del trabajo, en su capacidad de generar preguntas, en cómo unen conceptos con lenguajes.
Buscamos proyectos que conecten con nuestra sensibilidad: lo bello que incomoda, lo clásico que se rehace, lo digital que respira.
Y algo fundamental: el artista debe entender el espacio, y dejarse afectar por él. En The Romanach, cada exposición es una pequeña dramaturgia.
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¿En qué medida The Romanach busca provocar una reflexión crítica sobre el arte y la estética en la sociedad contemporánea?
No queremos aleccionar, pero sí desordenar. La crítica no viene en forma de discurso, sino de gesto. De elección estética. El simple hecho de apostar por lo bello en tiempos de ironía ya es una toma de posición.
En The Romanach, la estética no es una etiqueta, es una forma de conocimiento. Y todo conocimiento verdadero implica un pequeño temblor.
Desde la estética, Comprender una obra es participar en su revelación, no descifrar un código.
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¿Qué papel juega la estética en la cultura contemporánea y cómo crees que los espacios como The Romanach contribuyen a ese debate?
Hoy todo es estética, pero casi nada es estético. Se nos da la imagen, pero no la experiencia.
The Romanach busca devolver a la estética su densidad: no como ornamento, sino como herramienta sensible para leer el mundo.
Contribuimos creando un espacio donde mirar no es consumir, sino comprometerse. Donde lo visual vuelve a tener peso, pausa, potencia.
En tiempos de scroll, ofrecemos una escena.
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S H O P THE ROMANACH EDITIONS3.6.12.24
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